Historia General del Pueblo Dominicana Tomo IV

Los renglones campesinos y semicapitalistas (c1870-1930) 52 el trabajo asalariado no era desconocido del todo. En ellas, los campesinos más acomodados contrataban jornaleros, peones o «echa días» —llamados DVt SRUTXH ODERUDEDQ SRU SHUtRGRV FRUWRV LQFOXVR GH GtD D GtD³ FRQ HO ÀQ de efectuar determinadas tareas que requerían más fuerza laboral, como la cosecha. Por su parte, los campesinos pobres alquilaban su fuerza de trabajo FRQ HO ÀQ GH FRPSOHPHQWDU VXV UHFXUVRV HVWR HUD FRP~Q FXDQGR HQIUHQWD - ban alguna necesidad o emergencia para la cual debían contar con dinero en efectivo. Por ejemplo, a inicios de los años veinte, cuando se desplomaron los precios del tabaco, muchos cosecheros intentaron apalabrarse como jornale- ros debido a que no contaban con otra fuente de ingresos. 73 Pero como ocurre en economías de base campesina, como lo era la República Dominicana en las primeras décadas del siglo XX , esas relaciones salariales solían ser esporádicas y ocasionales. Es decir, no llegaban a conformar un régimen sistemático y estaban lejos de constituir un mercado de trabajo asalariado regular ni, por lo tanto, un sistema capitalista en pleno sentido. A ello contribuían las rela- ciones paternalistas que mantenían muchos terratenientes tradicionales con sus trabajadores. Con frecuencia, estos recibían «un terreno arrendado por varios años», el que debían entregar «en condiciones de cultivo a cambio del usufructo» del mismo. 74 Además, en las zonas rurales se elaboraban diversos bienes de consu- mo —fenómeno común donde impera la «industria doméstico-rural»—, 75 los que eran fabricados por los campesinos o por artesanos que mantenían vínculos orgánicos con el campesinado y que se nutrían de este, obtenien- do de él tanto materias primas como mano de obra. Por ejemplo, en Villa Mella y La Victoria —lugares aledaños a Santo Domingo—, sus habitantes se dedicaban mayormente «al cultivo de la tierra en pequeña escala», pero, además, producían carbón y madera de construcción que vendían en la Capital. Las mujeres de esas comarcas confeccionaban «rústicos artefactos de paja y utensilios de arcilla tales como esteras, canastos, ollas, cachimbos, etc.». Por su parte, en Guayubín y Monte Cristi, en la árida Línea Noroeste, había numerosos apiarios de los cuales se obtenían miel y cera. En los cam- pos de Santiago, hombres y mujeres elaboraban diversos productos, como casabe y almidón —derivados de la yuca—, melado de caña, miel de abeja, FHUD VRPEUHURV \ FDQDVWDV WHMLGRV FRQ FDQD DVt FRPR VRJDV KHFKDV FRQ ÀEUDV vegetales y variados utensilios de madera. Había zonas que se destacaban por la confección de determinado artículo, como era el caso de San José de las Matas, conocido por su producción de serones, de gran demanda en la región cibaeña debido a que eran usados para empacar productos agríco- las, como el tabaco. Mientras, en varias secciones rurales de San Juan de la

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