Historia General del Pueblo Dominicana Tomo IV

Historia general del pueblo dominicano 43 su buen estado y su calidad. Pese a que estuvo vigente hasta 1917, cuando ÀQDOPHQWH IXH GHURJDGD OD OH\ FRQIURQWy QXPHURVDV GLÀFXOWDGHV FRPR OD tenaz oposición de ciertos negociantes y de numerosos cosecheros, quienes resentían la intervención de las autoridades en sus transacciones. A ello se sumó que la ley fue una iniciativa local, por lo que tuvo efectos limitados en PHMRUDU OD FDOLGDG GH ODV H[SRUWDFLRQHV GRPLQLFDQDV 54 Debido a esos fallidos LQWHQWRV RÀFLDOHV QR UHVXOWD H[WUDxR TXH HQWLGDGHV SULYDGDV FRPR OD &$7 WR - maran medidas propias para tratar de optimizar los productos que adquirían, FRPHUFLDEDQ HODERUDEDQ \ H[SRUWDEDQ En los años veinte y treinta, además de establecer programas para regu- lar el manejo de los productos agrícolas luego de ser cosechados, se buscó alterar los sistemas y las técnicas de cultivo. En el caso del tabaco, se trató de homogeneizar los tipos de tabaco que se cultivaban, lo que facilitaría unifor- PDU ODV KRMDV \ HQ FRQVHFXHQFLD ÀVFDOL]DU VX FDOLGDG 3DUD HOOR VH HQIDWL]y HQ TXH ORV FRVHFKHURV SUHSDUDUDQ VHPLOOHURV FRQ HO ÀQ GH VHSDUDU ODV GLIHUHQWHV variedades de tabaco. En lo que al café y al cacao respecta, se intentó que los agricultores adoptaran varios principios, como el de sembrar los arbustos a cierta distancia entre sí. Se recomendaba que los cafetos estuvieran separados por al menos «tres varas castellanas» (es decir, 9 pies) y que los arbustos de cacao estuvieran distanciados unos 15-18 pies unos de otros. Esto propiciaría el pleno desarrollo de los cafetos y los cacaos y, posteriormente, facilitaría el recogido de sus frutos, evitando además que las plantas sufrieran o fueranmu- tiladas durante la cosecha. A pesar de que tales recomendaciones se hacían ya D ÀQHV GHO VLJOR XIX , todavía en los años veinte y treinta de la siguiente centuria los agricultores se atenían a prácticas contrarias a tales propuestas. Entre esos usos se encontraban: la ausencia de una selección apropiada de las semillas, por lo que podían crecer juntos arbustos de calidad con otros totalmente re- prochables; las «siembras muy juntas», lo que incidía negativamente sobre el crecimiento y la productividad de las plantas; y la poca atención a los arbus- tos después de sembrados. Así, con frecuencia los cafetales y los cacaotales FDUHFtDQ GH OD VRPEUD DSURSLDGD ³\D IXHVH SRU H[FHVR R SRU LQVXÀFLHQFLD³ los campos cultivados no se desyerbaban, o los arbustos no eran podados o se efectuaban talas incorrectas, mutilando las plantas. Para colmo, la cosecha se realizaba de forma descuidada y no se hacía una selección correcta de los granos del café ni de las mazorcas de cacao. Era común que los cafetos fueran «ordeñados», burda técnica de cultivo que estriba en deslizar la mano cerrada sobre una rama, trayéndose todo lo que quede a su paso: granos maduros o verdes, hojas y hasta insectos. En el caso del cacao, se recolectaban por igual frutas maduras, verdes o en estado de descomposición. Todo ello redundaba

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