Historia General del Pueblo Dominicana Tomo IV

Historia general del pueblo dominicano 39 que promocionaban la producción campesina; dichos grupos estaban motiva- dos fundamentalmente por el interés y no tanto por consideraciones ideoló- gicas, sociológicas o éticas. Esto se debía a que el campesinado constituía una fuente de productos agrícolas que eran adquiridos por los comerciantes con OD LQWHQFLyQ GH YHQGHUORV \D IXHVH ORFDOPHQWH R HQ ORV PHUFDGRV H[WHUQRV Sobre el particular, hay que destacar que en diversas sociedades agrarias los comerciantes han basado su posición en el dominio, no en la erradicación, GH OD HFRQRPtD FDPSHVLQD (Q WDOHV FRQWH[WRV HO FDSLWDO FRPHUFLDO KD VLGR XQ IDFWRU FODYH HQ OD H[LVWHQFLD \ KDVWD HQ HO IRUWDOHFLPLHQWR GH OD DJULFXOWXUD campesina. Ello se ha debido a la dependencia de dichos comerciantes de la producción en pequeña escala; su objetivo ha estribado, entonces, en el con- trol de los bienes cosechados por los agricultores y no en el dominio directo de los medios de producción, como la tierra. 45 $XQTXH HVD UHODFLyQ HQWUH FRPHUFLDQWHV \ FDPSHVLQRV H[LVWLy HQ GLYHUVDV zonas de la República Dominicana, fue especialmente robusta en el Cibao. De hecho, sin tomar en consideración las relaciones entre el capital comercial y el FDPSHVLQDGR UHVXOWDUtD LQH[SOLFDEOH OD SHUVLVWHQFLD GH OD SHTXHxD SURGXFFLyQ en esa región. Esas relaciones fueron vitales en el surgimiento de la economía tabacalera cibaeña, cuyos orígenes se remontan al siglo XVIII , si bien fue en la VLJXLHQWH FHQWXULD FXDQGR VH VROLGLÀFDURQ ORV YtQFXORV HQWUH ORV FRPHUFLDQWHV y los cosecheros de tabaco. Pedro Francisco Bonó, conocedor de la realidad cibaeña como pocos, describió minuciosamente cómo los campesinos solían recurrir a los pulperos y los comerciantes rurales en busca de crédito. 46 Los pequeños y medianos comerciantes rurales, quienes usualmente carecían de IRQGRV SDUD ÀQDQFLDU D XQ JUDQ Q~PHUR GH FRVHFKHURV VROtDQ UHFXUULU D VX YH] a los comerciantes citadinos, quienes suministraban recursos a los primeros HQ UHSUHVHQWDFLyQ GH ODV FDVDV H[SRUWDGRUDV (Q YLUWXG GH ORV ©DYDQFHVª HQ dinero o en bienes que los intermediarios hacían a los agricultores, estos se comprometían a entregarles sus cosechas. Los intermediarios, a su vez, las traspasaban a los «especuladores» y los comerciantes dedicados al mercadeo de los productos agrícolas. Los intermediarios obtenían ganancias provenien- tes de los intereses que cobraban a los cosecheros, así como de la venta de bienes de consumo a estos y de las comisiones que a veces les pagaban los grandes comerciantes. Gracias a esas cadenas crediticias, los productos agrí- FRODV HUDQ DFRSLDGRV SRU ORV H[SRUWDGRUHV 47 /DV FDVDV PDWULFHV GH HVWDV ÀUPDV operaban principalmente desde las ciudades de Santiago y Puerto Plata; esta ~OWLPD DFWXy FRPR SXHUWR GH H[SRUWDFLyQ GH OD SURGXFFLyQ FLEDHxD D OR ODU - go del siglo XIX DXQTXH KDFLD ÀQHV GH OD FHQWXULD HQIUHQWy OD FRPSHWHQFLD de otros puertos, como el de Sánchez. Aun así, Puerto Plata mantuvo cierta

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