Historia General del Pueblo Dominicana Tomo IV

Los renglones campesinos y semicapitalistas (c1870-1930) 32 poblacional imperante en el país. A partir de los años treinta —período que queda fuera del marco cronológico de este capítulo—, la colonización de tierras y la ampliación de la frontera agraria recibieron nuevos impulsos gracias a la intervención del Estado en el fomento de la agricultura y en la sedentarización del campesinado. Como parte de sus políticas económicas, el dictador Rafael L. Trujillo efectuó una especie de reforma agraria que conllevó el incremento de las tierras cultivadas, el reparto de tierra entre los campesinos, la creación de colonias agrícolas, la ampliación de la red vial con HO ÀQ GH IDFLOLWDU HO WUDQVSRUWH GH ORV SURGXFWRV DJUtFRODV \ HO HVWDEOHFLPLHQWR de sistemas de riego en aquellas áreas que lo requerían. 26 Todo ello respondía a los esquemas de dominación de la tiranía, que tenía entre sus objetivos prin- cipales el sometimiento de la «bestia calibanesca», de ese masivo y díscolo campesinado cuyas formas de vida atentaban contra los proyectos moderni- zadores de las élites dominicanas. 27 Las políticas agrarias del Estado durante el trujillato vinieron a coronar un proceso histórico que se había iniciado anteriormente de forma espontánea, por lo que esas medidas contribuyeron D DÀDQ]DU HO SDSHO GH ORV SHTXHxRV SURGXFWRUHV \ GH OD HFRQRPtD FDPSHVL - na en la sociedad dominicana. Así que, pese a los crecientes vínculos de la República Dominicana con la economía internacional y al surgimiento de un poderoso sector azucarero latifundista, la escasa población del país y la gran cantidad de tierras vírgenes actuaron como amortiguadores, evitando que el FUHFLPLHQWR GHPRJUiÀFR \ OD FRQFHQWUDFLyQ GH OD SURSLHGDG LQFUHPHQWDUDQ de manera irreversible la presión sobre la tierra. Esto, por supuesto, impidió HO HVWDOOLGR GH LQWHQVRV FRQÁLFWRV VRFLDOHV PRWLYDGRV SRU OD FXHVWLyQ DJUDULD La situación en el Este, donde surgieron «gavillas» de base campesina como UHVXOWDGR GHO HVWDEOHFLPLHQWR GH XQ UpJLPHQ SODQWDGRU IXH OD H[FHSFLyQ TXH FRQÀUPy HVD UHJOD 6LQ HPEDUJR ODV PRGLÀFDFLRQHV TXH VXIULy HO PXQGR UXUDO GRPLQLFDQR no fueron meramente cambios cuantitativos; es decir, no se trató solamen- WH GH TXH DXPHQWDUD OD FDQWLGDG GH WLHUUDV RFXSDGDV \ H[SORWDGDV SRU ORV campesinos, mientras quedaban inalteradas las formas de apropiación del suelo. Al contrario, entre 1870-1930 hubo en la República Dominicana una reestructuración del régimen agrario, impulsada, por un lado, por la pene- tración de las relaciones mercantiles en el mundo rural, y, por el otro, por un (VWDGR FDGD YH] PiV ÀVFDOL]DGRU LQWHUYHQWRU \ FRQWURODGRU /DV DFFLRQHV \ las repercusiones de estos dos factores —el mercado y el Estado— no deben verse como procesos autónomos, ajenos uno del otro. Deben percibirse, más bien, como dos caras de una misma moneda; dichos factores actuaron simétri- FDPHQWH ³DXQTXH QR VLHPSUH HQ WRWDO DUPRQtD³ (Q HVD pSRFD OD H[SDQVLyQ

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