Historia General del Pueblo Dominicana Tomo IV
Los renglones campesinos y semicapitalistas (c1870-1930) 24 diferentes calidades y tamaños. Los «vicios del tabaco» aumentaban debido al pobre manejo de las hojas luego de ser cortadas. Los ranchos en que se ponían a secar podían carecer de ventilación adecuada, por lo que las hojas se SXGUtDQ R JHQHUDEDQ KRQJRV 7DOHV ULHVJRV WDPELpQ H[LVWtDQ GXUDQWH HO ©HQVH - ronamiento», cuando se hacían las pacas (serones) de tabaco con la intención de transportarlo y venderlo. A todo ello venían a sumarse las engañifas a las TXH UHFXUUtDQ ORV FRVHFKHURV FRQ HO ÀQ GH REWHQHU XQ SUHFLR PiV DOWR SRU VXV hojas. Ya que uno de los factores del precio que se pagaba a los productores era el peso del tabaco, los campesinos —e incluso algunos pequeños comer- FLDQWHV³ HPSOHDEDQ GLYHUVRV WUXFRV SDUD DXPHQWDU GH PDQHUD DUWLÀFLDO HO peso de los serones de tabaco. Por ejemplo, podían mojar las hojas y hasta LQWURGXFLU SLHGUDV GHQWUR GH ORV VHURQHV FRQ HO ÀQ GH TXH SHVDUDQ PiV &RPR efecto de esas prácticas, el producto dominicano se desprestigiaba entre los H[SRUWDGRUHV \ ORV SDtVHV FRPSUDGRUHV 3RU HQGH HO WDEDFR GRPLQLFDQR IXH SHUGLHQGR PHUFDGRV HQWUH ÀQHV GHO VLJOR XIX e inicios del XX . Mientras, la caña de azúcar inició un auge acelerado y otros cultivos co- merciales —como el café y el cacao— tuvieron un incipiente despegue. No REVWDQWH H[LVWLHURQ GLIHUHQFLDV LPSRUWDQWHV HQ ODV IRUPDV GH H[SDQVLyQ GH estos tres cultivos. El boom azucarero se debió al establecimiento de plantacio- nes cañeras, sobre todo en el suroeste de la República Dominicana, en Puerto Plata y en zonas aledañas a la capital. Como fue usual en otros países del Caribe, esas plantaciones fueron impulsadas por el capital foráneo e incluso dependieron —especialmente a partir de la segunda década del siglo XX — de mano de obra importada, ya no de África, como había sucedido durante la época esclavista, sino de varios países caribeños. De Islas Vírgenes, Haití, Puerto Rico y otros territorios del Caribe arribaron miles de braceros a labo- rar en los cañaverales y las centrales de la República Dominicana. 7 Si bien HO ODWLIXQGLR FDxHUR WXYR UHSHUFXVLRQHV VLJQLÀFDWLYDV VREUH HO PXQGR UXUDO VXV HIHFWRV IXHURQ DWHQXDGRV GHELGR D TXH VX H[SDQVLyQ IXH XQ IHQyPHQR muy regionalizado, por lo que la caña no llegó a dominar zonas —como el Cibao— en las cuales predominaban la pequeña propiedad y la economía campesina. Ciertamente, en aquellas zonas donde se convirtió en dominante, la plantación provocó alteraciones en el paisaje agrario, en las formas de pro- piedad de la tierra y el uso del suelo, y en las relaciones laborales y sociales. Pero debido a la baja densidad poblacional en esas regiones, las plantaciones no tuvieron un efecto devastador sobre el conjunto de la sociedad campesi- na dominicana. 8 Ello fue así aunque en las regiones cañeras los campesinos y otros grupos rurales, como los hateros, sufrieron los embates de la con- FHQWUDFLyQ GH OD WLHUUD OD WUDQVIRUPDFLyQ GH OD HFRORJtD OD PRGLÀFDFLyQ GH
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